Territorio

De Herrera a Santa Cruz, de Santa Cruz a Herrera, como quieran. Se dice que son las cumbres más altas de la comarca del Campo de Daroca.
La Sierra de Herrera, a 1349 m. de altitud, con la altiva torre del santuario como un mástil de libertad, se alía con la de Peco para dominar el corredor del Campo Romanos hacia Herrera, quedando a sus pies Villar de los Navarros y la amplia llanura multicolor de las tierras de Teruel, hacia el este. Y muy próxima, otra Virgen, la del Águila, pero ésta ya no es nuestra.
Santa Cruz, a 1423 m., cobija en la cima una modesta ermita con un simple lienzo de Santa Elena. Pero domina el territorio; a sus pies queda, hacia el sur, la inmensa llanura de los campos que rodean la mancha azul de la laguna de Gallocanta. También a sus pies, pero hacia el este, los pueblos a pie de monte de Orcajo a Acered y, más abajo, la línea verde del Jiloca que cruza la comarca. Y a lo lejos, por encima del escarpe rojo de las tierras de Retascón a Anento, la llanura del Campo Romanos suavemente inclinada hacia el Huerva, que se abre camino a duras penas, por Cerveruela, hacia el Ebro.
Así es nuestra tierra; toda ella cruzada por caminos, viejos o menos viejos, caminos de hierro abandonados o casi; sembrada de ermitas en el llano, en las laderas o junto al río; con peirones en los cruces o en las plazas, con pequeños pueblos, no muy poblados, o casi abandonados, aún con savia para volver a crecer tal vez...; con valiosas iglesias y ricos retablos, con cruces y ornamentos; con atractivos rincones, con ese paisaje tan variado y tan hermoso, a veces desconocido.
Y en el centro de este territorio largo y estrecho, de este a oeste, o de oeste a este, como quieran, la ciudad: la histórica y rica en patrimonio cultural ciudad de Daroca, con sus murallas y sus puertas, con sus iglesias y callejas, con su huerta y sus pinares. Y sus leyendas.

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